Por Luis Miguel Jiménez, director general de MANPOWER
En las últimas décadas, España ha experimentado un rápido crecimiento económico y modernización gracias, en parte, a la ambición de las empresas en cuanto a la generación de empleo. Pero nos enfrentamos a varios retos: el desajuste de talento, la irrupción de la IA, la transformación verde y la necesidad de aumentar la productividad. En este contexto, la flexibilidad laboral, la formación continua y la adopción de nuevas tecnologías serán claves.
España ha sido y es un país con una economía dinámica y diversa, que, en las últimas décadas, ha experimentado un rápido crecimiento y una importante modernización. Es indudable que, como en cualquier proceso acelerado, hay algunas cuestiones que se deben corregir, pero en líneas generales contamos con una estructura empresarial sólida, aunque capaz de mantenerse en constante evolución. Además, durante y tras el covid, este ecosistema ha dado muestras de una gran resiliencia, convirtiendo a las compañías de nuestro país en un referente en la eurozona. Tanto es así que la Comisión Europea ha revisado al alza sus propias previsiones y vaticina un crecimiento del 2,1% para 2024.
Uno de los pilares de ese crecimiento es la ambición que tanto grandes corporaciones como pymes -críticas en el tejido empresarial español- muestran de cara a la generación de empleo. Esa capacidad de adaptarse es una cualidad destacada para poder navegar en un contexto local y global especialmente complejo. Pero, pese a las previsiones positivas, no se deben obviar algunos retos que condicionarán el desarrollo a medio plazo de la economía española: el desajuste de talento, la irrupción de la inteligencia artificial, la transformación verde y la necesidad de aumentar la productividad son elementos que ya afectan a empresas y profesionales en España de una manera transversal y lo seguirán haciendo en los próximos años.
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(El artículo completo se puede leer EN EL NÚMERO 17 DE LA REVISTA FACTOR HUMANO)