Ante la posible entrada en vigor de la nueva jornada laboral en España, las empresas se enfrentan a un reto mayúsculo: ¿cómo reducir el tiempo de trabajo sin poner en riesgo la productividad ni la calidad del servicio? «Lo que está en juego no es solo adaptarse a una ley, sino la habilidad de reorganizar el tiempo como un recurso estratégico», asegura Joaquim Borrás, consejero asesor de Sisqual.
La nueva normativa obligará a reajustar turnos, redistribuir cargas y garantizar más tiempo libre a los equipos. El reto cobrará especial relevancia en sectores como el retail, donde cada hora cuenta y los picos de actividad exigen una cobertura máxima. Sin embargo, Borrás advierte que «hacerlo sin aumentar los costes ni erosionar el servicio requiere mucho más que voluntad; exige visibilidad, datos precisos y herramientas que ayuden a anticipar y decidir con agilidad».
La tecnología como aliada
La presión será especialmente alta en empresas que operan con contratos anuales, donde el cómputo mensual de horas gana protagonismo. Según Borrás, «una gestión manual, basada en hojas de cálculo o procesos descentralizados, simplemente no está a la altura del desafío».
Para ello, apunta a las herramientas WFM (Workforce Management) como soluciones clave para automatizar procesos, asegurar cumplimiento normativo y, a la vez, mejorar las condiciones laborales. “Estas herramientas permiten construir turnos legales y sostenibles, simular impactos ante cambios legislativos y mejorar la conciliación sin renunciar a la eficiencia”, señala.
Además, estos sistemas ayudan a controlar horas extras, prevenir el absentismo y distribuir de manera equilibrada las cargas de trabajo, algo fundamental para mantener la calidad operativa en un contexto de menos disponibilidad horaria por persona.
Más allá del cumplimiento normativo
Según Borrás, «la clave está en el equilibrio». Para él, el verdadero desafío consiste en mantener la eficiencia operativa sin sacrificar la calidad de vida de los equipos. “Una buena planificación no solo ayuda a cumplir la ley; también es una herramienta para fidelizar talento, reducir la rotación y mejorar el clima organizativo”, afirma.
Otro aspecto crítico será decidir si se requieren refuerzos de plantilla o si basta con una reorganización interna. Para tomar esa decisión con fundamento, Borrás subraya la necesidad de contar con “información actualizada sobre el balance de horas mensuales, desviaciones acumuladas y patrones de saturación”.
«Actuar con criterio, en este contexto, significa no improvisar», sostiene. También implica la capacidad de demostrar el cumplimiento normativo ante inspecciones o auditorías, algo que se vuelve más complejo con la nueva regulación.
Una transformación cultural del uso del tiempo
Para Borrás, la reducción de la jornada no es solo un cambio legal, sino «una invitación a repensar cómo se reparte, se mide y se valora el tiempo de trabajo». En su opinión, esta transformación exige que las empresas vean la gestión del tiempo como un eje central de su estrategia y cultura corporativa.
“Las organizaciones que entiendan esta transición como una oportunidad —y no como una amenaza— estarán mejor posicionadas para retener talento, cuidar su clima laboral y adaptarse con agilidad a los nuevos requerimientos”, precisa.