Competencias digitales y nueva formación

Por Jéssica Buelga – Consultora de desarrollo de talento, formación y empleo. 

Hace años que ya se venía hablando de la transformación digital, esa que nunca llegaba realmente, esa que se quedaba en las presentaciones de jornadas y congresos, o en los cajones de un despacho. La transformación digital que todos esperábamos (o temíamos) nunca acababa de llegar, al menos, de verdad. Y en la formación, tampoco.

Jessica Buelga
Jessica Buelga

Desde hace unos 30 años contamos con herramientas que nos permiten una comunicación síncrona (videoconferencia, chat, etc.) aunque su desarrollo se inició mucho tiempo atrás. Y prácticamente desde hace 20 son de uso común y mayoritariamente gratuitas, pero las hemos ido relegando al contexto personal y de ocio.

Todo este caldo de cultivo ha hecho que, día a día, el aprendizaje y entrenamiento necesiten una mejora constante de las competencias digitales, ya no solo para el contexto laboral sino para la vida cotidiana. Tras esta situación de confinamiento y posterior aislamiento social provocado por la crisis sanitaria del Covid-19, estas competencias han sido puestas a prueba y algunas de ellas nos han dejado en evidencia, sobre todo en lo que a aspectos laborales y formación se refiere.

Por ello, me gustaría compartir una serie de aspectos a tener en cuenta respecto a las competencias digitales necesarias para poder aprovechar al máximo la nueva formación que llega para quedarse.

La transmisión de conocimientos irá (en realidad ya lo está haciendo) a una velocidad de vértigo: tendremos que estar preparad@s para entrenar y mejorar nuestras capacidades cognitivas de atención, asimilación, aprendizaje y extrapolación del conocimiento adquirido. Una agilidad VUCA para un entorno VUCA.

Frente a posiciones más pasivas, la formación requerirá de roles y protagonistas activos: tanto de un lado como de otro, la formación ya no sólo se queda en contenidos en soporte escrito, sino que se apoya en múltiples soportes (ppt, vídeos, podcast, blogs, etc.), lo cual favorece una actividad y aplicación constante de lo aprendido.

Exigencias de la comunicación: los entornos virtuales nos hacen perder la cercanía y el efecto que la comunicación no verbal tiene en el contacto directo. Por eso, la nueva formación necesita mejorar nuestras competencias comunicativas, como saber mirar a la cámara, traspasar la pantalla, gestionar elementos de mejora ambiental (luz, enfoque, fondo…), sonreír, buena dicción y toda habilidad que nos haga llegar mejor al otro lado de la pantalla.

Flexibilidad: la hiperconexión y la comunicación multicanal hacen que tengamos que adaptar nuestros objetivos a las necesidades de la otra parte. La comunicación puede ser a través de un blog, una llamada, una videollamada, un vídeo en diferido, plataformas, mensajes de texto, mails, webinars… Con lo que necesitamos estar atentos a todas las herramientas a nuestro alcance y hacer una revisión constante de nuestras áreas de mejora para poder desarrollarlas.

Sin trampa ni cartón: los entornos virtuales favorecen el alcance a un gran número de personas de manera simultánea, pero con un tiempo limitado y una gran cantidad de objetivos pedagógicos que conseguir. Por ello, las competencias digitales se suman a las docentes a la hora de ponernos a prueba: en cada unidad didáctica, es necesario conseguir transferir/asimilar una serie de conocimientos en un tiempo limitado y con unas herramientas adaptadas a las necesidades pedagógicas.

Exigencia del público: Cada día somos más exigentes con la calidad de la formación que recibimos, desde todos los ángulos. La comunicación del docente, el material, las actividades prácticas, los contenidos, los recursos adicionales, el estilo, la capacidad para atraer y mantener la atención, la inmediatez, etc. No pasamos nada por alto y, además, tenemos muchas opciones donde elegir, lo cual no hace más que aumentar esa exigencia.

Fomento de la autonomía: en el entorno virtual, sobre todo en el asíncrono, apelamos a la responsabilidad y autonomía de los participantes. Pero aún así, en la formación virtual de cualquier modalidad se necesitan habilidades de motivación que ayuden a mantener la atención y los objetivos pedagógicos vivos.

Nuevas capacidades: será necesario fomentar la capacidad crítica, la de síntesis y razonamiento para poder seleccionar información válida de la ingente cantidad de contenidos disponibles. Tanto como docentes como participantes de una formación, será vital saber diferenciar entre los contenidos, autores, referencias y opiniones más válidos según el objetivo que busque la acción formativa.

Coexistencia de varias generaciones: ha llegado la formación virtual intergeneracional. Nuevos entornos de aprendizajes globales, pero para generaciones muy diferentes, las cuales presentan motivaciones, lenguajes comunes y competencias muy dispares. Por ello, será necesario tener en cuenta estos aspectos a la hora de transmitir y facilitar el aprendizaje.

Democratización de la formación: a pesar de la existencia de la brecha digital que tendrá efectos a diversos niveles, los nuevos entornos de aprendizaje democratizan el acceso a la formación. El hecho de que las formaciones puedan ser masivas y con una reducción de los costes en aspectos como desplazamientos, alquileres de espacios, medios, etc. facilita que muchas más personas puedan acceder a determinadas acciones formativas.

Limitaciones del entorno virtual: por muchos beneficios que existan en los nuevos entornos virtuales, también existen ciertas barreras insalvables. Al menos, de momento. Existen capacidades que necesitan de manipulación de materias y elementos que no se pueden desarrollar a través de las simulaciones. La inmediatez a la que estamos acostumbrados puede llegar a ser abrumadora sin dar tregua a la asimilación de contenidos, las competencias digitales previas del alumnado…

Todo esto nos deja claro que el concepto de “longlife learning” está más vigente que nunca, y que todas las herramientas tecnológicas a nuestra disposición nos ayudarán a hacerlo posible a través de los nuevos entornos virtuales de aprendizaje. Estos entornos son una realidad que, a estas alturas, debería ser algo cotidiano en nuestras vidas, especialmente después de esta experiencia de confinamiento vivida y que se puede volver a repetir en cualquier momento. En nuestra mano queda el evaluar nuestro nivel de manejo actual en estas competencias y de poner solución ante aquellos aspectos que requieran de mejora.

Es evidente que nos encontramos ante un momento clave en la formación, aún siendo por motivos ajenos al propio sector y que quizás nunca hubiésemos deseado. Y por ello mismo, no debemos dejar pasar la oportunidad de ponernos al día en las competencias y los requisitos necesarios para sacar el máximo partido a los entornos virtuales de aprendizaje como auténticos aliados en nuestro desarrollo profesional.

 

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