La entrada y salida de trabajadores/as en las empresas es una constante, pero, aun así, no siempre se gestiona de la mejor manera. En los últimos años se ha empezado a cuidar la etapa del onboarding cuando hay una incorporación, pero sigue sin prestarse especial atención al offboarding.
Por Xavier Hernández, director de Negocio y Servicios de MONTANER
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=»300″ height=»291″ />El ciclo de vida del empleado/a tiene fecha de inicio y final, eso no es ningún secreto. Sin embargo, son muchas las empresas que actúan como si este desenlace no se fuera a producir, despreocupándose del proceso de desvinculación laboral de sus empleados hasta que se materializa. Y es una pena, ya que cuidar el offboarding puede evitar problemas operativos y ayuda a preparar mejor el futuro de la compañía, además de ser un elemento fundamental en el employer branding.
Este proceso es el final del camino que empieza con el onboarding. La idea es facilitar la salida al trabajador y conseguir que este hecho no impacte negativamente ni en la empresa ni en la persona que se desvincula. Por supuesto, la anticipación y la buena voluntad por ambas partes son esenciales para el éxito del proceso.
La principal diferencia entre los procesos de onboarding y offboarding reside en que, en el primer caso, se tiende a priorizar la satisfacción del empleado, mientras que, en el segundo, se pone el foco en el futuro de la empresa, sin caer en la cuenta de que, una vez realizada la desvinculación, esa persona será embajadora de marca, para bien o para mal.
Por ello, una buena comunicación entre ambas partes es vital. Esa persona seguirá representando a la empresa allá donde vaya. Es importante dejar un buen recuerdo.
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(El artículo completo se puede leer EN EL NÚMERO 13 DE LA REVISTA FACTOR HUMANO)