Por Manuel Fernández-Fontecha, Socio del área Laboral de Ceca Magán.
Un oxímoron es, según el diccionario de la Real Academia Española, la “combinación, en una misma estructura sintáctica, de dos palabras o expresiones de significado opuesto que originan un nuevo sentido, como en un silencio atronador.”
Muchos autores han calificado precisamente este concepto de regreso a la nueva normalidad como un oxímoron, ya que es imposible regresar a lo nuevo, y menos calificar esa nueva e incierta situación como de normalidad.
La lucha a todos los niveles contra el Covid-19 está siendo una verdadera prueba de fuego para los profesionales de los Recursos Humanos, los cuales han tenido que adaptar su actividad diaria a nuevas realidades que, hasta hace unos pocos meses, estaban reservadas a la ciencia ficción o, como mucho, a las películas de catástrofes naturales.
Estos cambios han afectado a todas las áreas, y tendrán sin duda implicaciones futuras de gran calado.
Imaginemos, por ejemplo, el impacto en los procesos de selección, con la generalización de las entrevistas en formato telemático, o la introducción entre las condiciones contractuales de cláusulas específicas en materia de trabajo a distancia.
La generalización del teletrabajo traerá igualmente modificaciones estructurales en los esquemas retributivos, en varias vertientes:
- En primer lugar, la reducción de los costes de estructura permitirá destinar mayores recursos a otras áreas.
- En segundo lugar, al desaparecer el elemento presencial se deberá potenciar necesariamente un esquema retributivo si cabe aún más basado en la consecución de objetivos.
- Y se producirá en consecuencia una variación de los regímenes de control empresarial, incluyendo también la vertiente sancionadora.
Un segundo ámbito donde veremos cambios será en las modalidades de contratación.
Actualmente el esquema con que contamos en España se caracteriza por su dualidad y escasa flexibilidad, ya que en la práctica el empresario cuenta esencialmente con dos modalidades de contratación: (i) la contratación indefinida, bien a tiempo completo o a tiempo parcial, y (ii) la contratación temporal, a través del contrato por obra o servicio o el contrato eventual por circunstancias de la producción, figuras realmente añejas que se adaptan cada vez menos a la cambiante realidad.
Hablando de realidad, y conectando con esta nueva normalidad, es evidente que esta crisis va a acelerar el ya imparable cambio tanto en el paradigma de nuestras relaciones laborales, como en el modo en que se gestionan los Recursos Humanos.
Sin ánimo de resultar exhaustivos, ya que posiblemente mientras se escriben estas líneas estarán surgiendo en algún lugar del mundo nuevos modos de organizar el trabajo, sí podemos recapitular algunos de estos cambios.
En primer lugar, la ya imparable “uberización”, por la que la prestación de servicios cada vez tiende a estructurarse más por pedidos o encargos, frente al esquema actual en el que el empleador soporta el coste del empleado independientemente de tener o no suficiente trabajo para él. Aunque en España aún es muy pronto como para extender esta uberización a las relaciones laborales, es evidente que esta manera de trabajar se irá extendiendo a medida que se incorporen al mercado laboral las nuevas generaciones, las cuales están acostumbradas a vivir en un mundo en el que todo responde a este modelo. Así, aquellas empresas que quieran captar el mejor talento deberán asumir como anacrónica la actual relación laboral fija, estable y en exclusiva, del mismo modo que vamos progresivamente relegando al cajón del olvido conceptos hasta hace poco tan habituales como la compra de un coche o de una vivienda.
El segundo aspecto tiene que ver con el trabajo a distancia. Siendo evidente que será la regla general, frente a lo que se ha denominado actualmente como granjas de empleados, la cuestión a resolver no será tanto el cómo ni el dónde, sino el qué, es decir:
- La delimitación del contenido del servicio a prestar.
- El modo de controlar la calidad o grado de satisfacción del empresario frente al servicio prestado, en línea con la propia y natural uberización, y
- La “monetización” del trabajo realizado potenciando, a mayor calidad de trabajo, una mayor retribución.
Un tercer aspecto, si bien como comentábamos seguro que hay muchos más, es el modo de fidelizar al empleado.
Los profesionales de los Recursos Humanos vienen percibiendo desde hace un importante número de años una cada vez mayor “desconexión emocional” entre los jóvenes que se incorporan al mercado laboral y la cultura de empresa, siendo el paradigma actual el de un trabajador joven que se incorpora a un puesto de trabajo con la idea de tomarlo como un período de aprendizaje transitorio que le proporcionará una serie de “skills” que le llevarán a otro puesto, y así sucesivamente.
Este enfoque del mundo laboral se ve potenciado con sucesos como la crisis sanitaria derivada del Covid-19, que nos enfrenta de manera inmediata y de modo explosivo a lo cambiante del mundo que nos rodea, destruyendo cualquier posibilidad de creer en realidades permanentes e inmutables.
Así, desaparece el concepto de “trabajo para toda la vida”, vigente hasta hace no demasiado, y se tiende hacia un nuevo modelo de trabajadores deslocalizados que funcionan por proyectos, y cuya implicación con la cultura empresarial es prácticamente nula, suponiendo su gestión un apasionante reto para el mundo de los Recursos Humanos.
En suma, si ya tanto el presente como el futuro se planteaban fascinantes, ahora se nos ha abierto un escenario aún más sorprendente y cambiante, donde tanto los profesionales de los Recursos Humanos como los abogados especializados en el ámbito de las relaciones laborales deberemos trabajar conjuntamente para dar solución a todas las dudas que deriven de los importantes cambios que se avecinan, con la mente puesta en un modo de entender las relaciones entre empresa y trabajador completamente diferentes a los actuales.